Cuando nacemos,
llegamos a nuestras familias con una memoria vacía, pero esta memoria tiene
gran capacidad de almacenamiento. Este almacenamiento, lo vamos llenando al
pasar de los días que vivimos y de las experiencias que acumulamos; vamos
guardando tantos buenos como malos recuerdos. Todo esto se convierte en el
combustible que utilizamos al crecer para empujarnos a ser, dar y recibir.
Depende de nosotros, de cómo asimilemos todas
esas vivencias y experiencias, que vamos a forjar y trazar el camino que transitaremos
durante nuestra adultez y vejez. Muchos de nosotros no nos damos cuenta de que,
a pesar de tener un banco de datos amplio y lleno de cuantas cosas
experimentamos a diario, solemos entretenernos y elegir siempre las mismas
cosas, que casi siempre nos hacen sentir en nuestra zona de confort.
Esta zona de confort nos ayudara a sentirnos cómodos
y seguros, pero muchas veces el desenlace o final de ese camino será la
soledad. La vida misma, día a día, va cambiando, se va transformando, va dándonos
nuevas oportunidades de aprender, de vivir, de experimentar cosas nuevas, de
conocer personas, de pasar por situaciones para que aprendamos de ellas, de
quitarnos cosas para que aprendamos a vivir sin ellas, y de que seamos capaces
de buscar nuevos horizontes; pero lamentablemente, pocos llegamos a entender, a
escuchar y a ver esas oportunidades.
No cambiamos como deberíamos hacerlo, porque
nos gusta la comodidad de nuestra zona, es allí donde nos sentimos seguros,
resguardados, fuertes, invencibles. Pero en realidad, cada año que pasa, es una
oportunidad para poder cambiar; para que aprendamos a examinarnos, dejando de
lado la típica frase popular que dice "Yo soy así, y nadie me va a
cambiar"; es cierto, nadie nos va a cambiar, por eso es que debemos
hacerlo nosotros mismos,
Este cambio del cual les hablo, es un cambio
hacia la perfección, buscando asemejarnos a la figura de Jesucristo; el cual vivió
y murió dándonos ejemplo de una vida llena de propósitos, llena de amigos, de enemigos,
de días buenos, de días malos, pero que sin duda dejo un legado extraordinario,
el cual permanece todavía hoy a más de 1,900 años. ¿Habías escuchado hablar
alguna vez de un legado que permanezca vigente por tanto tiempo? creo que no; y
por esto estoy segura de que es algo bueno.
Aprovechemos esta época de fin de año para
reflexionar, meditar, cuestionarnos a nosotros mismos, para darnos cuenta de
aquellas cosas que hacemos o decimos que no nos permiten avanzar, que nos
mantienen estancados, que no nos permite vivir una vida a plenitud; que nos
engaña pensando que estamos bien, pero al final del día nos damos cuenta que
estamos solos; y que la mente nos juega una mala jugada haciéndonos creer que
la soledad es buena compañía (nada más lejos de la verdad que esto).
En el principio creo Dios los cielos y la
tierra, y dice la palabra, que estaba desordenada y vacía; al culminar la creación,
y para cerrar con broche de oro, Dios creo al Hombre y a la mujer, no queriendo
nunca que estuvieran solos. Entonces hagamos este ejercicio, miremos qué cosas
nos están haciendo alejar de nuestros seres queridos; cómo puedo armonizar con
las cosas que me rodean; cómo puedo dejar a un lado el egoísmo y entender que
necesito de otras personas, que el mundo está lleno de personas, que no soy el único
ser que lo habita, y que todo no gira
alrededor de mí; que existen formas diferentes de hacer las cosas, y que pueden
tener mejores resultados de como yo estoy acostumbrado a hacerlas.
Date una oportunidad, cambiemos para mejorar;
transformemos nuestra vida, y te aseguro que en esa misma medida será
transformado nuestro entorno; tengamos una mejor calidad de vida de adentro (espiritualmente)
hacia afuera (físicamente); forjemos un mejor futuro (queriendo ser parte de
ese futuro),
Dios está siempre dispuesto a ayudarnos, esta
no será la excepción; búscale, pídele en oración que te ayude, y disfruta de la
plenitud de una vida con propósito. Dios te bendiga hoy y siempre.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en
dondequiera que vayas. Josué 1:9