Al
momento de sentirnos atacados, ultrajados, defraudados, burlados, engañados o
menospreciados, es el momento cuando nuestra naturaleza humana nos impulsa a
querer tomar la justicia en nuestras manos y hacer cualquier cosa, con tal de
ver pagar a nuestro adversario.
Pero
hace unos años leí un versículo que me hizo, tal vez, cambiar la perspectiva de
la derrota; ese versículo quizás lo has leído infinidad de veces, o tal vez
nunca habías escuchado hablar de él; se encuentra en el libro de Santiago 1:20 “porque la ira del hombre no obra la
justicia de Dios.”
Cuando
se analiza bajo la luz del Espíritu Santo, con un corazón humillado ante el
Señor, y observando la ley de Dios, se convierte en una herramienta poderosa;
no de desquite, ni de venganza, todo lo contrario, en ese momento puedes ver la
tristeza y el vacío que inunda la vida de la persona que fue capaz de hacerte
daño.
La
tristeza, la soledad, la inconformidad, la impotencia, la sed de venganza, la decepción,
entre otros, son sentimientos capaces de hacer que una persona se pueda
convertir en un monstruo; sin embargo a nuestro alcance esta la solución para
erradicar eso de nuestras vidas, y podremos dejar que la obra de nuestro Señor
Jesucristo se haga en nuestras vidas.
Esto
lo sabía muy bien el Salmista cuando escribió: “Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. (Salmos
37:5)”. Ciertamente la ira que sentimos en esos momentos de dolor, no nos deja
ver más allá de nuestras frustraciones inmediatas; y nos pueden llevar a un
camino de no retorno.
Es
importante reconocer el poderío de Dios y depositarnos en El. Nunca nos
defraudará, nunca nos dejará solos, nunca dejará nada sin terminarlo. Dios es
Dios y es perfecto. Aprendamos pues, a confiar en Él.
Deja
hoy que la justicia de Dios sea la que dirija tu vida; si tienes cosas
pendientes, que te molestan, porque crees que se quedaran sin resolver, deja
que Dios actúe, que tome las riendas, tus cargas y que haga su trabajo; él
quiere, solo debes dejarlo trabajar en ti.
Dios
te bendiga y te regale un día libre de culpas, de pesares, de sentimientos de insatisfacción,
recuerda que Dios es bueno todo el tiempo, y hará justicia por ti. Feliz día.