Si
analizamos bien las cosas, cada día tenemos algo por que llorar, o alguien por
quien llorar; ya sea por agradecimiento, por dolor, por melancolía, poe alegría o por lo
que sea. La verdad es que yo, hasta por un anuncio que me llegue al corazón,
soy capaz de soltar mis lagrimitas.
Dicen
que cuando lloras purificas el alma; Y sí, la verdad es que el llorar, puede hacer
que nos sintamos más aliviados e incluso, después de hacerlo podemos reír aún con más
fuerza. No es malo llorar; a veces necesitamos limpiar las avenidas del alma, y
una manera buena es esa.
Jesucristo también lloró. Lloró por la muerte de su amigo Lázaro (Juan 11:35), pues lo
amaba; en ese momento estaba experimentado la perdida de alguien y de algo; Jesús
no fue diferente a nosotros en humanidad; experimento el dolor, la perdida, el
sufrimiento, el desprecio por parte de algunas personas, la injusticia, y fue
tentado en todo dice la Biblia.
Pero
lo maravilloso de Jesús fue las innumerables formas en las cuales nos mostró
que sí realmente existe esperanza en este mundo; nos mostró amor, compasión y
misericordia sin medidas, a pesar de vivir tanto dolor. De esa misma manera,
nos invita a que cada día podamos nosotros también hacer lo mismo.
No
importa se ya lloraste suficiente, si no has llorado, si vas a llorar ahora
mismo o si prometiste no hacerlo nunca; lo importante es que recuerdes que más allá
de todo dolor, perdida, desconsuelo, desventura, mala experiencia, o lo que
sea, recuerda que Dios estará ahí sustentándote al igual que lo hizo con Jesús;
Dios está siempre dispuesto a dar la milla extra por ti. ¿Estás tú dispuesto@ a
dar la milla extra por El?
Que
Dios pueda bendecirte y ensanchar tu territorio, y que las lágrimas de hoy en
adelante, vengan acompañadas de los pensamientos y sentimientos de esperanza
que proporciona el estar en las manos de Jesucristo; no llores más, ven a Jesús.
Dios
te bendiga y te guarde.