En los momentos de angustia, problemas y desesperación nos
deprimimos tanto, que si alguien viene a preguntarnos ¿Por qué estas abatido?,
seriamos capaces de mirarlos mal o hasta de decirles unas palabras fuera de
tono o hasta de contexto.
Eso es normal en el ser humano, pero cuando el salmista escribió
en el Salmo 42:5 la pregunta de: ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas
dentro de mí?”, me imagino que dentro de él se debatían ideas de desesperación,
angustia, dolor, tribulación, pena, o un conjunto de todo eso que no sabría yo
como llamarle; pero lo cierto es que, para llegar a confeccionar esa pregunta,
es porque ya has tocado fondo.
Desde ese lugar no somos capaces como humanos ver la
salida, ver la luz al final del túnel; es así como vamos transcurriendo la
vida, por los años de nuestra existencia. Pero qué bueno que el salmista continúa
escribiendo y dice: Espera en Dios porque aun he de alabarte, salvación mía y
Dios mío.” Y por si acaso queda alguna duda, vuelve y lo repite en el versículo
11 y con eso termina ese capítulo. Amen.
Aun en medio de todo eso, había una lucecita de esperanza
que se aferraba en el corazón del salmista y que de seguro esa misma lucecita
es la que está en ti al pasar por esas experiencias; es por esto que hoy te
invito a meditar en esa pregunta: “¿Por qué estas abatido?”, puedas imaginar
que esa pregunta te la hace el mismo Dios, y que mientras te hace la pregunta,
pasa su mano de amor por tu cabeza.
Es allí donde debemos hacer levantar nuestro espíritu y
debemos decirle “tú eres mi salvación y mi Dios, en ti confío”; Y debemos dejar
que él actúe. Dios siempre está en control. Y recuerda, Dios es bueno todo el
tiempo. El nos regalarà un corazòn nuevo.
Bendecido día, y recuerda que Dios te ama, más de lo que
nosotros somos capaces de amar.
Bendiciones.
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