En el libro de Isaías me encanta leer
esta frase con la que titule la meditación de hoy; y me gusta porque todos los días
busco conocer, entender, aceptar y agradecer el poder de Dios en mi vida; hoy
puedo estar cansada de muchas cosas, pero cuando vuelvo a esta lectura,
ciertamente siento mis fuerzas renovadas.
Esto se escribió en el contexto de un
pueblo cansado, desconsolado y abatido como lo era Sion en ese momento; el rey Ezequías
estaba enfermo de muerte, y en su enfermedad oro y lloro a Jehová, y dice la palabra
que por medio del profeta Isaías vino palabra de Jehová que decía “…He oído tu
oración, y visto tus lagrimas…” (Isaías 38:5); Ezequías estaba tan dolido,
tan abatido, tan convencido de que iba a morir, que no podía escuchar la voz de
Jehová donde le decía que le perdonaba, y que añadiría 15 años más a su vida.
Es por esto que envió Jehová al Profeta
para que diera las buenas nuevas a Ezequías; luego de haber sido sanado vino el
reconocimiento del poder de Dios, y el convencimiento de hablar y proclamar de
su poder. “…Levanta fuerte tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala no
temas; di a las ciudades de Juda: ¡Ved aquí al Dios nuestro!” (Isaías 40:9)
Esto solo proviene de un corazón agradecido,
esto es fruto del reconocimiento del poder de Dios en nuestras vidas, esto es
lo que hace hoy día el Espíritu Santo en nosotros, nos convence de pecado y
como fruto de ese agradecimiento, de ese perdón y de ese amor, entonces somos
llamados a testificar del amor de Dios. No lo hacemos (o no debemos hacerlo)
para aparentar bondad, ni para aparentar ser mejores que otros, esto es abominación
a Jehová, pues El conoce todos los sentimientos del ser humano, hasta los más
profundos y ocultos.
Por esto la invitación de hoy es a que,
si necesitas fuerzas hoy para continuar, si crees que todo está saliendo mal,
si no adviertes alguna solución a tu problema, si no puedes más con eso que te
ha estado molestando por tanto tiempo, pues entrégalo a Dios, deposita en El
todo lo que no puedas hacer por ti mismo (a), todo lo que te molesta, todo lo
que te atormenta; derrama mediante oración (como lo hizo Ezequías) tu alma, tus
pesares, y no te olvides de hacerlo con corazón contrito y humillado.
Oración del día: Señor mi Dios, al contemplar los
cielos y el firmamento, solo me confirman que tú eres el dueño de todo lo que
existe; de todo lo creado en el cielo, en la tierra y debajo de ella; hoy vengo
a ti arrepentida (o), humildemente a pedirte que perdones mis pecados, a
pedirte que transformes mi vida y a pedirte que me permitas ver tu gloria a través
de los milagros; te agradezco todo el cuidado que hasta hoy has tenido conmigo
y te pido que nunca te apartes de mi presencia; toma mis cargas y llévalas por mí,
yo prometo proclamar tu palabra levantando fuertemente mi voy, para llevar
esperanza de una vida eterna en Cristo Jesús; no tengo méritos propios para
pedir nada de esto, lo hago por los méritos de Jesucristo que vive y reina por
los siglos de los siglos, Amen.
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