Hoy recordé, una vez más, cuan dulce y agradable es estar en
Cristo; muchas de las cosas de este mundo simplemente pierden su poder sobre
nosotros cuando nosotros aprendemos a entregar en oración cualquier situación o
circunstancia por la cual estemos atravesando; Al ser humano le encanta
acariciar los recuerdos, no importa si son buenos y malos, aunque conozco
personas que van por la vida haciendo desastres y dañando personas y ni si
quiera se inmutan.
Este tipo de
personas, quizás no han leído el Salmos 119: 103, 104 que dice "¡Cuan
dulce son a mi paladar tus palabras! Mas que la miel a mi boca. De tus
mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de
mentira", en estas palabras hay un cierto reconocimiento del poderío
de Dios, pues el reconocer que Dios da la sabiduría y también la inteligencia,
nos coloca a nosotros en una posición de tener que buscar esa inteligencia para
nosotros poder ser verdaderamente “inteligentes”. Pero fíjate que el Salmista
reconoce que esa inteligencia se obtiene de los mandamientos de Dios, por lo
que Dios es ciertamente el principio de la sabiduría, y el responsable de dárnosla.
Al realizar
este tipo de reconocimiento, y no creernos que somos independientes de Dios, ni
más inteligentes que nadie, podríamos entender que nuestro accionar debe estar
dirigido solamente por Dios, para que podamos decir lo que el Salmista declaro
en al verso 103 "¡Cuan dulce son a mi paladar tus palabras! Mas que la
miel a mi boca. Este reconocimiento de la grandeza y el poderío de Dios, también
nos va a limitar el que podamos andar por la vida destruyendo sentimientos,
corazones y personas con nuestras palabras, acciones e incluso pensamientos.
No estamos en
este mundo para estar juzgando las acciones de los demás, recordemos la
historia de María Magdalena, Jesucristo no la juzgo; La única acción que prosiguió,
luego de que fueran donde Jesús a contarle lo mala que había sido, lo mucho que
había pecado, e incluso que la habían encontrado infraganti (no podía desmentir
de lo que se le acusaba), la acción que corono aquella historia fue cuando Jesús
dijo, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, estas palabras deberían
recordarnos que nosotros no somos perfectos y que sumos (o podemos llegar a
ser) culpables de aquello que estamos juzgando.
Hoy la invitación
es para que, al estudiar la palabra de Dios y al orar a Dios, reconozcamos
nuestra necesidad de Él, nuestra dependencia de Él, y lo mucho que también
nosotros necesitamos su perdón; al hacer esto también recordemos que debemos
perdona en la misma medida que hemos sido perdonado. No escatimemos esfuerzo,
dice la Biblia hasta 70 veces 7 (diariamente) si es necesario. El fin de todo
es recibir y reconocer el perdón de Dios, para que podamos perdonar a los demás.
No queramos cambiarlos, cada quien es como quiere ser.
Oración del día: Dios y Padre eterno, hoy venimos
a ti con un corazón humillado y receptivo, para recibir de ti el perdón que
necesitamos, para en esa misma medida nosotros poder perdonar y amar a nuestro prójimo.
Ayúdanos a identificar nuestras áreas de mejoras y a que tus mandamientos y
preceptos sean tan dulce como la miel en nuestras bocas, como lo exclamo el
Salmista. Estos favores lo pedimos en el dulce nombre de Jesucristo, Amen.
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