Ayer, mientras hacia una reflexión de
mis acciones del día, vino un pensamiento a mí que decía “Si no eres capaz de
ver y resolver tus propios defectos y problemas ¿Por qué crees que puedes
resolver los problemas de los demás y te crees capaz y con derecho de
evidenciar los defectos de los demás?”; esta reflexión la hice desde afuera
hacia adentro y viceversa; es interesante poder entender ¿que nos pasa y por
qué? En el libro de Job dice: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay
pensamiento que se esconda de ti… Oye, te ruego, y hablare; Te preguntare, y tú
me enseñaras” (Job 42:2, 4), una gran enseñanza hay en estas palabras, es
reconocer que Dios tiene el control y el poder y que debemos aprender solo de Él.
El enemigo de las almas se goza en ver
como se destruyen las familias por las cosas que el mismo siembra en ellas;
algunas de estas cosas son la falta de confianza familiar, el no saber
escuchar, el egoísmo, la envidia, el resentimiento, la duda, el chisme, la soberbia,
la vanagloria, la tristeza, amargura, desobediencia, insensatez, los traumas, entre
muchas otras cosas; pero la peor de todas estas creo que es el resentimiento,
este sentimiento nos puede llevar a acumular una suma de fracasos insostenibles
humanamente, hasta que pude detonar en una tragedia, y el prefijo de esta
palabra (re-sentimiento) refiere que esto se puede repetir
incontables veces.
El resentimiento se define como esa acción
y efecto de resentirse (tener un enojo o pesar por algo o alguien). El
resentimiento se expresa y refleja en y a través de diversos sentimientos y actitudes, como la hostilidad hacia
algo o alguien, la ira no resuelta sobre un acontecimiento, el
enfurecimiento o la incapacidad para perdonar. Definitivamente es algo
que no deberíamos tener en nuestras vidas, pero que lamentablemente es un
residente silente en nosotros.
Este huésped silencioso debe ser atado y
forzado a desaparecer de nuestras vidas; el arma más poderosa que tenemos para
esto es justamente el vivir en Cristo Jesús, es por esto que el enemigo se
ocupa de dañar la relación que existe entre el hombre y Dios, se enfoca en dañar
toda relación que nos provoca felicidad y paz, pues cuando estamos en paz y
somos felices nuestra relación es buena con Dios, pero cuando estamos en dolor,
angustiados, tristes o si por casualidad nos llevan a dudar de nuestra fe, esa comunicación
con nuestro Dios se ve afectada y dañada en gran manera.
Dios está siempre atento a nosotros, a
nuestras necesidades, está dispuesto a ayudarnos, está ahí para nosotros, pero
el enemigo se encarga de entretenernos para que no lo veamos ni podamos sentir
su presencia. No dejes que las palabras de otras personas (incluyendo la
familia) destruyan esa relación que tienes con Dios, no importa si los demás no
la entienden. Es una relación personal, íntima y debe ser genuina y respetada.
Procura ser trasparente de corazón,
palabras y hechos, primeramente, con Dios, sin importar lo que los demás digan,
y luego con las personas que te rodean; no quieras ser protagonista, deja que
Dios sea el protagonista de tu vida; como dice un adagio “todo cae por su
propio peso” y si tienes que reconocer que fallaste, esto es un derecho que
tienes y que debes ejercer. Tienes derecho a fracasar, a tropezar, a cometer
errores, y a mejorarte a ti mismo; esto no te quita el derecho de ser mejor
persona, pero primero debemos trabajar en nosotros mismo. No queramos ver y
restregar los errores de los demás, cuando no somos capaces de reconocer los nuestros
y corregirlos. No tenemos derecho a dañar la relación de Dios con los demás, no
tenemos derecho a dudar de la fe o criticar la vida cristiana de los demás, no
caigamos en ese juego del enemigo de las almas.
No nos convirtamos en jueces, queriendo
condenar e incluso cambiar a las demás personas; si las amamos debemos aceptar
que tienen características especiales y diferentes a las nuestras; que lo que
para ti es perfecto para otros puede ser la aberración más grande y difícil de
aceptar. No nos creamos Dios; si hemos conocido a Dios, no nos avergoncemos de
esto, no nos sintamos intimidados por las trampas del enemigo, no le demos la
victoria en nuestras vidas.
Procuremos vivir felices con quienes
somos, con lo que tenemos y con lo que hacemos; procuremos, sobre todas las
cosas, que nada de esto vaya en contra de los principios de Dios, y ayudemos a
otros a vivir felices en esta tierra, estamos aquí por un rato solamente, y en
la tumba estaremos solos; no fuimos creados, ni estamos en esta tierra, para
juzgar la vida de los demás.
Si hay algo que no te gusta de tu prójimo
procura hacerlo mucho mejor, y disfruta de los resultados que esto te puede
dar, no exijas, no reclames, no pienses que el otro tiene que ceder a tus
deseos, voluntades o perspectivas, como dicen en mi pueblo “cada cabeza es un
mundo” y te aseguro que cada mundo es diferente uno de otro.
Hoy la invitación es, un grito
desesperado para que tengamos un encuentro verdadero, revelador e intimo con
Dios; que pidamos perdón por las veces que emos herido a los demás, y por las
veces en que hemos pensado que somos mejores que ellos. Todos al final somos
hijos de Dios, repletos de virtudes y defectos.
Todas estas cosas, todos estos
sentimientos pueden llevarnos a una muerte espiritual inminente, nos puede
conducir a enfrentarnos con pensamientos de duda y a escuchar directamente la
voz del enemigo de las lamas, de los labios de los seres que más amamos. Por
esto, debemos cuidar cada palabra que sale de nuestra boca y cada palabra que
entra por nuestros oídos. No permitas que nadie, ni siquiera las personas que
más amas, te hagan dudar de tu fe, del amor de Dios por ti, de tu intento de
reformarte y convertirte en la mejor versión de ti mismo, porque cuando esto
sucede, el enemigo se ríe a carcajadas de nosotros, de lo fácil que puede
hacernos caer en lo más profundo de la depresión, amargura, dolor y cada uno de
estos sentimientos que nacieron desde el pecado. No le des ese permiso a nadie.
No es nuestro trabajo cambiar a las
personas, nuestro trabajo es amarlas como son; Jesús ama a los pecadores,
pero no su pecado, aprendamos de Él; intentemos convivir en paz, pero desde la
paz de Dios, no la paz que el mundo ofrece, esa es momentánea, la paz de Dios
es eterna.
Oración del día: Amado Dios, ayúdame a
identificar mis defectos y errores, ayúdame a resolverlos a la luz de tu
palabra, ayúdame a fortalecer mi fe y a no permitir que nada ni nadie me haga
dudar de ella; ayúdame a reflejar tu amor, tu perdón y tu paz, en el nombre de Jesús,
Amen.
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