Cada día
nos vemos obligados a ver, escuchar, hablar, sentir, pensar e incluso hacer,
muchas cosas de las cuales en el momento no estamos de acuerdo; o quizás somos
obligados a creer en cosas las cuales no creemos.
Por
ejemplo: diariamente cuando salimos de nuestros hogares para dirigirnos a
nuestros lugares de trabajo o para realizar algún pendiente o tarea, muchas
veces tenemos que escuchar los improperios que vociferan los choferes de los
transportes públicos (no importa que vayas en tu vehículo privado), otras veces
tenemos que ver las sandeces o actos imprudentes que cometen los conductores en
sentido general; todo esto nos provoca pensamientos fuera de lugar, pensamientos
que no armonizan con los mandatos ni con la palabra de Dios.
Para
buena suerte nuestra, tenemos abogados en los cielos para cada uno de nosotros,
como dice en su palabra: “Hijitos
míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo (1Juan 2:1)”.
Este abogado es justo, es quien conoce todas nuestras
debilidades y fortalezas, todo lo que nos molesta, todo lo que nos estorba,
todo lo que nos preocupa, en fin, tiene contado cada uno de nuestros cabellos,
como dice en Lucas 12:7: "Pues aún los cabellos de vuestra cabeza están
todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.”
Nosotros somos seres especiales, amados por nuestro Dios.
Esto no nos exime de ser responsables con nuestro
comportamiento y de velar por el cumplimiento de su palabra en nuestras vidas,
a través de nuestras acciones, pensamientos, palabras, etc.
Hoy te invito a reflexionar en esos días en que
nos sacan de nuestros cabales, e inconscientemente nos comportamos como seres
humanos malos, ingratos, como si no conociéramos la palabra de Dios; y podamos
ver de lo que Dios nos libró o nos perdonó; afortunadamente, abogado tenemos
para con el padre.
Clama al Padre y El te responderá, pide con fe y
verás las montañas moverse, declara victoria y la obtendrás; recuerda que la fe
es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Ven a Cristo
con todas tus imperfecciones y el restaurará tu vida, tanto física como espiritual.
Recuerda que Dios es bueno todo el tiempo. ¡Hay oloracielo! Bendiciones.
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