jueves, 13 de abril de 2023

Una sonrisa basta.

 



Una mañana del verano de 2019, me encontraba en mi lugar habitual de trabajo; realizando las tareas cotidianas para el cumplimiento de mis obligaciones y responsabilidades laborales. Estaba en el segundo piso de aquel viejo edificio, me dirigí hacia las escaleras con el propósito de buscar una información en uno de los departamentos de la institución a la cual prestaba mis servicios en ese momento.

Cuando me encontraba justo a la mitad de  las escaleras, una voz me detuvo luego de responder al saludo que en ese momento le externe; “buenos días” le dije, y esa persona me contesto: Muy buenos días señorita, disculpe la pregunta, ¿es usted cristiana?; a lo que con una sonrisa le conteste: “por la misericordia de Dios y para gloria de su nombre”. Esa persona prosiguió indicándome que mi actitud reflejaba muy claramente que lo era, pero que quería confirmarlo.

Esta breve conversación provoco una ligera curiosidad en mí, por lo que invite a esa persona a que me acompañara a la sala de espera para que pudiéramos platicar un poco más cómodamente; nos sentamos por espacio de cinco minutos, los cuales fueron muy gratificantes, pude conocer una persona que en ese momento estaba tan abrumada con situaciones que escapaban de su control, que se sentía un poco cansada y malhumorada.

Era evidente que en su estado, muchas cosas y personas pasaron desapercibidas por su lado, pero que hubo algo que le llamo tan poderosamente la atención que le obligo a detenerse.

Gracias a esos cinco minutos pude compartir una breve oración y le referí algunos versículos bíblicos que sé, le fueron de mucha ayuda. Al despedirnos me dijo: “nunca dejes de sonreír”. En ese momento recordé las tantas visitas que he realizado, a lo largo de mi vida como cristiana, a personas que en ciertos momentos de sus vidas se encuentran en situaciones de desesperanza, tristeza o agobio; y que gracias a un trato afable, ellos son capaces de volver a creer, primero en Dios y luego en ellos mismos.

Ciertamente Dios está en cada cosa de las que nosotros hacemos; en cada cosa que nosotros decimos o en cada cosa que nosotros pensemos. Si le permitimos a Dios que dirija nuestras vidas, lo que reflejaremos es el amor de Dios para con sus hijos. Dios puede transformar al más duro de los corazones, o al más sucio e inmundo ser humano, solamente con reconocer que Él es Dios, que nos hizo y no nosotros a nosotros mismos. Como dice en el libro de Salmos 100:3

Reconoced que Jehová es Dios;

Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;

Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.

 

Dios ha sido bueno. Que ese Dios de paz, amor y perdón te guíen y acompañe hoy y siempre. Recuerda que una sonrisa basta. Bendiciones.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sea tu si, si y sea tu no, no.