El placer se
define como la experiencia que algo (cosa, acción,
sentimiento, etc.) se siente bien, que implica el disfrute de algo. Entendiendo
este significado, podríamos decir que la vida ciertamente nos regala muchos
placeres.
El sentirse bien uno mismo con lo que está experimentando en
un momento en específico es una experiencia maravillosa; cuando logramos
conectar armoniosamente nuestros sentidos con nuestros deseos es algo fuera de
serie; pero en este mundo tan demandante, muchas veces no nos detenemos a
apreciar el placer de vivir.
Estamos definitivamente en automático, y cada vez más
aferrados a las cosas de este mundo, y a las cosas que nos proporciona una satisfacción
efímera (de muy corta duración). Esto se debe definitivamente a que estamos
siguiendo unos patrones muy fuertes de adaptación y complacencia artificial.
Nos han dicho todo lo que tenemos que tener, hacer, sentir,
incluso hasta lo que debemos de comer. El mundo nos ofrece cada día nuevas
experiencias que definitivamente nos alejan de lo que realmente es el placer de
disfrutar una vida plena, tal como la planifico desde el principio nuestro
padre Celestial.
Dice la palabra que en el principio todo estaba desordenado y
vacío, y que cada día Dios hizo provisión para acondicionar un mundo perfecto
para nosotros; al final hizo al hombre a imagen de Dios y lo coloco en el Jardín
del Edén para que lo administrara, para que disfrutara de sus frutos y de las
condiciones que se habían preparado para él.
Lamentablemente el hombre siempre busca algo más fuera de lo
perfecto para satisfacer su curiosidad; dentro de ese caminar y descubrir cosas
nuevas y aparentemente satisfactorias para él, pierde lo más importante, que es
la comunión con su creador; al perder esto, se desespera y continua buscando más
y más y experimentando codas nuevas, que lejos de satisfacer, enriquecer y
contribuir con su bienestar, lo único que consigue es deteriorar tanto su
espacio físico, su cuerpo, mente y corazón.
De allí algunos logran salir, y al final logran entender que
lo que necesitaban para ser felices y disfrutar placenteramente de la vida, ya
Dios se lo había proporcionado, y vuelven a lo seguro; pero otros no tienen esa
suerte, no pueden salir de su oscuridad, y terminan destruyendo por completo su
cuerpo físico y desechando el aliento de vida que Dios les regalo.
Hoy es un buen día para analizar lo que Dios nos ha regalado
desde el principio; ver todas esas cosas de las cuales tenemos (todavía) la
oportunidad de disfrutar y que son las que realmente nos permitirán disfrutar
de los placeres verdaderos de esta vida.
Hoy abre tus ojos y mira el cielo, las nubes, las aves;
respira profundamente el aire que Dios permite todavía hoy que respiremos;
disfruta de ver las especies que Dios creo para que nosotros dirigiéramos; ver
los árboles, la vegetación que todavía hoy podemos ver, de las cuales todavía
hoy podemos disfrutar; alza tu mirada en el infinito del horizonte donde el mar
se une con el cielo y entiende que los limites están puestos por Dios desde el
principio.
No se sale ni una gota de agua de su caudal, ni se mueve
ninguna porción de tierra (islas) sin su consentimiento. Dios todavía hoy es
dueño y señor de todo lo que creo, y cuida de ello; no permitamos
autodestruirnos con las cosas que nos ofrece este mundo que no son beneficiosas
para nuestra comunión con Dios.
Este mundo pasara ciertamente lo hará, pero la palabra de
Dios no pasara; confía en la providencia divina, ven a los brazos amorosos de
Jesucristo; el perdona y restaura un corazón contrito y humillado, y regenera
una vida de dolor para convertirla en una vida llena de placeres.
Ama, perdona y entrega tu vida a Cristo. Solo en el tendremos
vida en abundancia; y como dice la palabra, ya no habrá llanto ni dolor. Ven a Jesucristo
hoy. El pacientemente espera por nosotros.
Dios es bueno todo el tiempo, no lo olvides,