Esta es una justificación muy vaga que
generalmente utilizamos para calmar nuestras ansias de poder. Es cierto que el
tener control de ciertas cosas nos da tranquilidad y seguridad; pero de ahí a
pretender tener el control de todo a
nuestro alrededor, es algo simplemente descabellado.
Leí una vez algo alusivo a este tema,
que dice así: “La verdad es que tú
no puedes controlar a tu conyugué, a tus hijos, a tus hermanos, a tus padres, o
al resto de tus familiares. Realmente solo
puedes controlarte a ti mismo”. (Esperanza para las familias de hoy, Pág.
64).
En razón de este texto tengo que
confesarles que me hizo hacer un análisis retrospectivo muy minucioso y concienzudo
sobre el tema. Y es que a veces creemos que no estamos queriendo controlar
todo, pero en realidad, el querer que las cosas salgan siempre como yo quiero,
eso ya es controlar.
Es cierto que debemos planificar las
cosas, pero hay situaciones en la vida en la que, por más que hayas
planificado, simplemente se hará la voluntad de Dios; Y si no permitimos que
Dios fluya a nuestro alrededor, ni a través de nosotros, pues las cosas
definitivamente estarán fuera siempre de control.
El dejar que las personas actúen libremente,
bajo sus propias responsabilidades y que asuman sus propias consecuencias, va a
tener como resultado, que podamos sentirnos más libres, más abiertos a disfrutar
las cosas de las que si deberíamos tener control (yo misma).
No cabe duda, que, si cada quien tiene
un cerebro, debería hacer el honor (por lo menos) de usarlo por si mismo; así
que dejemos de preocuparnos tanto por la conducta de los demás, y de cómo deberían
hacer las cosas; en vez de eso, trabajemos arduamente para que nuestras
acciones estén del todo dirigidas por Dios, autor y consumador de la fe.
No te permitas desgastarte emocionalmente,
ni físicamente por estar empleando toda tu energía en, orientar, ayudar,
animar, o mejorar a personas que no quieren hacerlo, ni requieren de tu ayuda.
Debemos amarnos mucho más a nosotros mismos, y para eso hay que emplear tiempo
en nosotros; luego de esto, tendrás amor suficiente y felicidad plena para
compartirlo con los demás.
Si alguien no quiere cambiar, pues es
simple, deberás cambiar a ese alguien; si no lo haces, lo siguiente que pasara
es que te desgastaras, te aburrirás, te frustraras, te amargaras la vida,
pensando que el otro está mal; recuerda, quien puede estar mal eres tú. Ellos
al igual que tu pueden y deben decidir cómo quieren actuar, a quién quieren
ayudar, en qué quieren mejorar, etc.
Procura tú estar en las manos de Dios,
en tener una vida de devoción total, a través de las oraciones, de las alabanzas,
de la meditación en la palabra de Dios y de la consagración a Él con cada acto de
tu vida. Aléjate de lo que te hace daño, de lo que te estresa, de lo que te
pone triste, de lo que te da preocupaciones; Dios se encargará de colocar a las
personas correctas donde te puedan ver; y a ti (entonces) llegara la verdadera
felicidad, que es disfrutar de la compañía de alguien que tenga las mismas expectativas
de vida que tú.
Dios te regale un lindo día.
Bendiciones.
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