La definición de tentación es la
siguiente: viene del latín temptatĭo,
y es la instigación que induce el deseo de algo. Puede tratarse de
una persona, una cosa, una circunstancia u otro tipo de estímulo. La
tentación está asociada a la seducción y la provocación. Esto
traducido a un lenguaje más llano sería más o menos así: es cuando el deseo de
algo es más fuerte que la voluntad o la racionalidad (con la que deberíamos actuar)
para hacerlo.
¿Cuántas veces no nos hemos visto
tentados a hacer algo, a comer algo, a decir algo, a tener algo… por el simple
hecho de satisfacer un deseo? Y luego de esto (en la mayoría de los casos)
viene el arrepentimiento (no debí comer eso, no debí hacer eso, no debí decir
eso…); Que también puede ser que un tiempo después se nos olvide y seamos
capaces de caer en la trampa de la tentación, una y otra vez.
Cuando nos encontramos en situaciones
similares, usualmente tendemos a culpar a otras personas, incluso hay personas
que culpan al diablo (enemigo de las almas) o al mismo Dios… esto es asombroso,
si estudiamos las escrituras podremos darnos cuenta de que la culpa sólo es de
una persona: “nosotros”.
En el libro de Santiago en su capítulo
1 verso 13 y 14 nos dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de
parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a
nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”.
Y si lo analizamos bien nos daremos
cuenta de que es la pura verdad; la biblia nos habla de Cristo, de la creación y
fundación del mundo, de cómo tener una mejor calidad de vida, tanto física como
espiritual, de cómo lidiar con algunos problemas (e incluso personas), de cómo
sobrepasar situaciones de enfermedades o muerte de seres amados, entre otras
muchas cosas. Pero lo más importante es la forma tan clara en que nos habla de
lo que a Dios agrada y lo que no; de cómo mantenernos lejos de las asechanzas
del enemigo, y de cómo debemos enfrentarnos a él.
Es por esto que, si sabemos todo eso,
es obvio que lo contrario a hacer todo eso, nos coloque en una posición de
vulnerabilidad ante el enemigo, y ante las cosas que nos pueden causar destrucción.
La concupiscencia nos habla de lo exacerbado y desordenado del deseo, es por
eso la certeza del adagio que dice que “todo en exceso hace daño”; el
equilibrio es el mejor aliado de las personas, y la mejor manera de conseguirlo
es tomando la mano de Dios y caminando junto a Él.
Hoy te invito a que ocupes tus
pensamientos, sentimientos, pasatiempos y acciones a estar en comunión con
nuestro Dios; canta una alabanza, medita en su palabra, y habla con Dios a través
de la oración. ¡Esto nunca falla!
Dios bendiga tu entrada y tu salida,
te prospere y te dirija hoy y siempre.
Bendiciones.
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