domingo, 16 de junio de 2024

¿Edificas o destruyes?


 

Al comenzar a trabajar con adolescente una de las cosas que más impactaron mi vida fue el hecho de que ellos estaban ya codificados para vivir en un mundo hostil, cruel, muy duro, venían llenos de heridas, marcas y resentimientos; pero lo más interesante de todo es que ellos tienen eso como coraza, aunque en el fondo de su ser todavía puedes encontrar bondad, amor y buen trato, todo va a depender de lo que ellos reciban de nosotros.

Cuando nos volvemos adultos, adquirimos un traje muy pesado, el cual nos hace volvernos indolentes, indiferentes e insensatos (muchas veces); todo esto es parte de esa coraza que en nuestra juventud vamos desarrollando.

Cuando no encontramos a alguien que nos ayude a moldear esa coraza o que nos enseñe que hay también cosas buenas que puedo incluir en ella, entonces nuestra adultez se vuelve fría y seca. Nos preguntamos porque no tenemos éxitos con nuestras amistades, relaciones, trabajos, estudios, etc., y todo es debido a que en esa linda etapa no supimos nutrirnos correctamente de cosas que hoy necesitamos, y a consecuencia de todo esto le echamos la culpa a todo lo demás, antes de analizarnos nosotros mismos.

En el libro 1Pedro 4:11 dice “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amen”; estas palabras fueron escritas hace muchos años ya, pero su significado es tan valioso como cundo se escribió.

La palabra de Dios nos invita, a través de toda la Biblia, a que podamos suavizar nuestros corazones con el amor infinito de Dios y cuando hacemos esto entonces podremos hablar conforme a las palabras de Dios. Al hablar conforme a estas palabras y con el amor que Jesucristo hablaba a los demás, entonces nuestra historia cambiara y podremos recibir las bendiciones que acompañan a la fe.

Recuerdo que en una de mis sesiones de clases tuve un estudiante el cual, al hacer su presentación, inmediatamente descubrí que estaba enojado, vacío e indispuesto para el aprendizaje; era uno de estos jóvenes típicos en mi país, a los cuales no le importa quién eres, ni que quieres darles, solo les interesa lo que ellos entienden que quieren y que necesitan.

Ese día decidí enfocarme y trabajar arduamente para que pasara de estar en la última butaca de la última fila del salón, a estar en la primera fila del aula; al pasar las semanas y el cuatrimestre, me di cuenta que al incluirlo, al hacerle sentir que era importante su participación, que tenía mucho más que dar, él fue abriendo su mente y cambiando su carácter, al punto de que al finalizar fue un estudiante tan bueno como los demás; el último día de clases, en la sección de agradecimientos, pude ver como este joven había transformado su vida de 0 a 100%, era evidente la aceptación de sus compañeros y también la felicidad que el mismo sentía por haber logrado lo que el mismo no se había propuesto al principio del cuatrimestre.

Estas cosas suceden cuando tenemos a nuestro lado a personas que quieren hablar conforme a la palabra de Dios, y que confían en que esas palabras de Dios tienen el poder de transformar, de renovar, de limpiar y de crear cosas nuevas de donde no había nada.

En todas las materias que imparto, antes de empezar, les invito a que tengamos una oración de apertura y otra al finalizar; aquí puedo identificar que tan lejos esta la meta de cada uno de ellos y que tanto debo esforzarme. La satisfacción de ver como ellos se conectan emocionalmente, con ellos, con Dios, con sus compañeros y con su docente, es algo que no cambiaría por nada.

La experiencia de ver como la palabra de Dios tiene poder, aun en estos tiempos de gran tribulación, me anima a cada día renovar mi compromiso de “hablar y ministrar conforme al poder de Dios”. Para hacer y entender esto, debes tener fe, despojarte del prejuicio y buscar el significado de la vida en aquel que da la vida.

El cumplimiento de la palabra de Dios podremos experimentarlo, en la medida que desarrollamos nuestra propia fe; ninguna experiencia fuera de ti te hará sentir o tener fe. Es por lo que el amor a Dios solo lo podrás experimentar cuando lo ames con todo tu corazón (los primeros 4 mandamientos), luego podrás experimentar el amor al prójimo (los últimos 6 mandamientos).

En el libro de 1Pedro también nos da la pauta de cómo debemos hablar de las palabras de Dios a nuestros prójimos, en el capítulo 5:2 dice “Apacentad la grey de Dios, que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente, no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” y el verso 3 dice “No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino ejemplo de la grey”. Esto quiere decir que nosotros debemos vivir primero todo lo que predicamos.

Procuremos pues, edificar en los corazones de las personas que están a nuestro cuidado, sean familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos e incluso personas que tengamos el privilegio de compartir con ellas, aunque sea unas horas. Recuerda que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes (1Pedro 5:5)

El llamado de hoy es a que cultivemos en nuestro espíritu y cuerpo las palabras de vida y para vida eterna que vienen de parte de Dios, y luego que compartamos esto con las personas que nos rodean, no esperando ganar nada a cambio, sino sintiendo la satisfacción del deber cumplido y de ver como más vidas llegan al camino seguro de la salvación. Seamos ejemplo de amor, de gratitud, de bondad, de perdón, de paz, que son cosas de las cuales el mundo carece hoy.

Que Dios te bendiga y te guarde y recuerda que hay Oloracielo. Comparte, bendice vidas.

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Sea tu si, si y sea tu no, no.