Todos los días tenemos oportunidad para servir y ser
servidos; tristemente el ser humano se ha acomodado al hecho de creer que sólo merece
ser servido. Si nos remontamos a la antigüedad a través de las historias bíblicas,
descubriremos que Jesucristo (Dios encarnado) vino a este mundo a servir a sus
criaturas, a esas criaturas que desde el principio eligió desobedecer.
Sin importar esto, Jesucristo se encargo de darnos
ejemplo de servicio en cada cosa que realizaba, sin importarle recibir algo a
cambio; la satisfacción del maestro es ver que sus alumnos o discípulos se vean
beneficiados por las enseñanzas de su tutor.
Eso justamente hacia Jesucristo; no perdió ni una sola
oportunidad para dar ejemplo, para explicar el beneficio de servir, para dar
amor, esperanza, gozo, perdón, misericordia y todas las cosas que solo Dios
sabe dar a sus hijos.
Si leemos la historia de María Magdalena podremos ver la
misericordia de Dios encarnada y dada a esa mujer; ella que, sin importarle el
valor material del frasco de perfume, lo derramo a los pies de su Maestro, de Él
había aprendido a servir y había aprendido el valor del perdón.
Ese mismo perdón está disponible hoy para nosotros, si le
reconocemos como nuestro padre celestial, dador de la vida; ese que perdona,
restaura y sustenta. Ese que perdona sin importar estatus social, tu posición económica
o tus riquezas; ese que no mira tu color, forma o estatura; aquel que cada día te
espera para tener una conversación contigo a través de la oración y que te
otorga paz.
Hoy todos esos beneficios siguen estando disponible para
ti y para mí, solo tienes que querer recibirlo. Acepta el perdón y el amor de Jesucristo y disfruta el placer de servir.
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