viernes, 19 de noviembre de 2021

¿Qué quiere Dios de mi?


En el libro de Apocalipsis, en su capítulo 21 existe una promesa hermosa, que todo ser humano debería abrazar y aferrarse a ella, luchar hasta alcanzarla, dice:

1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.

Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerteni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

Esas palabras que he colocado en negrita, y que he subrayado, son quizás las palabras que más necesitamos en nuestros tiempos, donde el dolor, el llanto, el clamor, está por doquier, está a la orden del día. Solo debemos ver unos minutos de noticias locales y unos pocos menos de noticias internacionales, y eso bastara para entender que la tierra clama la presencia de Jehová, día a día pide misericordia…

Al ver los niños sufrir y morir de cáncer; ver a los adultos batallar, pensando que son más fuertes que las cosas de este mundo, ver a nuestros ancianos abandonados por sus familias; ver a nuestros adolecentes hundidos en un mundo de mentiras que le brinda la tecnología, un mundo paralelo, que al final le traerá indiscutiblemente mucho dolor; es desbastador.

Al leer el capítulo 21 de Apocalipsis, puedo ver una salida, un remanso de paz en medio de tanta convulsión, de tantas guerras, de tantas enfermedades, de tanta envidia, de tanto estrés.

Dios tiene y quiere para nosotros un cielo nuevo, una tierra nueva, una santa ciudad para ti y para mí; quiere morar con nosotros, ser nuestro Dios; quiere enjugar todas nuestras lágrimas, y que ya no exista más el llanto ni el dolor, ni el clamor. El libro de Apocalipsis está lleno de promesas, pero recuerda que para obtenerlas debes obedecer la voz de Dios.

También en el libro de Isaías, en el capítulo 65, nos dice qué quiere Dios de nosotros y para nosotros:

“19 Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor.

20 No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito.

21 Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas.

22 No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos.

23 No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos.

24 Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído.

25 El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová”.

Estas promesas también son para nosotros, escritas desde el principio, desde antes de que viniera Jesucristo a morir por nosotros. El amor de Dios ha sido tal que ha mantenido su promesa, a pesar de lo mal que nos portamos, a pesar de creernos súper poderosos, y pensar que podemos estar en este mundo sin el cuidado de Dios. Echamos a Dios a un lado durante toda nuestra vida, y cuando llegan esos momentos de dificultad, enfermedad, desesperación y fracaso, es cuando recordamos que existe un Dios.

Dios nos ha declarado desde el principio qué quiere El para nosotros y que demanda de nosotros; repasemos estas promesas y examinemos nuestras vidas para ver si estamos trabajando para alcanzar esas promesas.

Recuerda Dios es bueno y nos está llamando a diario, para que podamos vivir una vida cristiana genuina; no para demostrar “que soy y que tengo”, sino para mostrarle al prójimo que Dios tiene y quiere darle.

Reflexionemos hoy en esto; y pidamos a Dios que nos ayude a alcanzar las promesas expresadas en la biblia; que extienda su misericordia de tal manera que nos alcance y que podamos mostrarles a nuestros prójimos que Dios si existe, que es un Dios de amor, y que espera que vayamos a Él. Todavía hay tiempo.

Dios te bendiga. Y que la gracia del Espíritu Santo te cubra.


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