Indiscutiblemente
el núcleo de la sociedad es la familia, compuesta en principio por el esposo y la esposa, que después se amplía con la llegada de
los hijos.
En
el libro El hogar cristiano, p. 156, leemos: “El círculo del hogar debe
considerarse como un lugar sagrado, un símbolo del cielo, un espejo en el cual
nos reflejemos. Podemos tener amigos y conocidos, pero no hemos de entrometernos
en la vida del hogar”.
¿Cómo
podemos aplicar este ejemplo de servir los unos a los otros en el hogar? Esposo
y esposa sirviéndose mutuamente y ambos sirviendo a los hijos. Hermanos sirviéndose
los unos a los otros, y todos sirviendo a los padres. Haciendo eso, todos
estarán reflejando el ejemplo de Cristo y sirviendo a Dios en el hogar.
El
servicio en el hogar debe ir mucho más allá del simple hecho de hacer las
tareas domésticas cotidianas preestablecidas o no de la casa. Servir en amor,
como Jesús lo hacía, significa estar siempre listo a hacer algo para ayudar a
los demás. Significa buscar oportunidades para hacer a alguien más feliz. El
padre y esposo es quien, cuando al llegar cansado después del trabajo, lava la
loza de la cena para que la esposa tenga un descanso de buena gana y con amor,
y así todos puedan pasar más tiempo juntos. El hijo que corre a ayudar a
descargar del auto las bolsas o fundas cuando los padres llegan del mercado,
aunque ninguno pida ayuda. La esposa que planea y prepara la cena especial para
la familia, aun cuando no hay nada para celebrar.
El
ejemplo de servicio que Jesús nos dejó incluye mucho más que acciones; incluye
sentimientos y actitudes de ayuda, de servicio, de amor al prójimo. Jesús no
solo servía, sino que servía con bondad, paciencia y amor.
“La
mayor evidencia del poder del cristianismo que se pueda presentar al mundo es
una familia bien ordenada y disciplinada. Esta recomendará la verdad como
ninguna otra cosa puede hacerlo, porque es un testimonio viviente del poder
práctico que ejerce el cristianismo sobre el corazón” (El hogar cristiano, p.
26).
Sin
embargo, lo contrario también es verdad: “La influencia de una familia mal
gobernada se difunde, y es desastrosa para toda la sociedad. Se acumula en una
ola de maldad que afecta a las familias, las comunidades y los gobiernos” (El
hogar cristiano, p. 27).
Preguntémonos
hoy:
ü ¿cómo
hemos vivido realmente como familia y qué tipo de influencia hemos sido para los
que nos rodean.
ü ¿Qué
tipo de testimonio está siendo nuestro hogar para el mundo?
ü ¿Será
que estamos recomendando la verdad o siendo una influencia desastrosa?
Meditemos
seriamente en esto, y quiera Dios que encontremos las respuestas correctas para
mejorar nuestro círculo familiar y así contribuir a reparar la grieta mundial
que está sufriendo lo que llamamos hoy “familia”.
Feliz
y bendecido día te desea oloracielo.blogspot.com
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