Hoy, a diferencia de años
pasados, estamos tan ansiosos por saber lo que nos espera el día de mañana, por
tener lo que anhelamos lo más rápido posible, que podamos tronar los dedos y
hacer aparecer nuestros deseos convertidos en realidad, etc, uff… solo pensarlo
le acelera el pulso a cualquiera.
Es algo ya inevitable, de lo
que lamentablemente no nos podemos escapar. Todo nuestro entorno gira en torno
a lo “inmediato”, a lo “ahora” y nos estamos acostumbrando a esto. Qué triste
es meditar en esto cuando se está consciente y se entiende verdaderamente lo
que significa el verso bíblico que se encuentra en el libro de Eclesiastés 3 “Todo
tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”.
No nos afanemos tanto por el
futuro, vivamos el presente porque cada día trae su propio afán. Pero como dice
en Filipenses 4:6
“Por
nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias”
Oremos
sin cesar, pidamos al Espíritu Santo que aumente nuestra fe. Y nos ayude a ser más
pacientes, con esto seremos capaces de ceder el paso, pedir disculpas, escuchar
al prójimo, ayudar a nuestros semejantes, dar de nuestro tiempo a quien lo
necesita… en fin practiquemos ser mejores personas.
Dios es el dueño de la
plata, del oro y también del tiempo.
Dios bendiga y prospere tu día.
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