Comencemos definiendo la palabra Discípulo,
según la Real Academia Española esto significa:
- Persona
que aprende una doctrina, ciencia o arte bajo la dirección de un maestro.
- Persona
que sigue la opinión de una escuela, aun cuando viva en tiempos muy
posteriores a los maestros que la establecieron.
Entonces, teniendo en consideración estas definiciones
podemos decir que ser discípulo es aprender y seguir la dirección u opinión de alguien,
aunque ya no este; en los tiempos de Jesús ser un "discípulo" significaba
ser un estudiante, un seguidor comprometido que imitaba a su maestro en todo.
Para nosotros hoy, significa lo mismo, aunque ya no este físicamente con
nosotros: no solo aceptar a Jesús como Salvador; la esencia de ser cristiano es
aceptar sus enseñanzas como Maestro y reconocerlo también como Señor y Salvador
de cada área de nuestra vida.
Partiendo de esto, podemos hablar entonces de algunos
pilares fundamentales que nos ayudaran, según la Biblia, para llegar a ser un
verdadero discípulo de Cristo:
1. Amar a Cristo por encima de todo
El discipulado comienza con una entrega total y una
priorización absoluta de Jesús en nuestras vidas. Él debe ser el centro y lo primero
en todo, incluso por encima de nuestras relaciones más íntimas y de nuestra
propia vida.
El evangelio de Lucas 14:26 (RV 1960) lo relata de la
siguiente manera:
"Si alguno viene
a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y
hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo."
Una nota sobre "aborrece": Esta es una
expresión semítica que significa amar menos por comparación. No es un llamado a
odiar a nuestra familia, sino a amar a Cristo con tal intensidad que, en
comparación, nuestro amor por los demás parece "aborrecimiento". Él
debe ocupar el primer lugar en nuestro corazón.
El llamamiento de los discípulos tuvo como condición dejar
todo lo que estaban haciendo, todo lo que tenían e incluso todo lo que eran, con
la finalidad de seguir a Cristo y aprender de Él; cada uno de los discípulos que
fueron llamados representaban diferentes tipos de renuncia, unos tenían familia
(esposa e hijos), otros tenían muy buena posición económica, otros eran muy
preparados (profesionalmente), otros tenían una vida desordenada y vacía, pero Jesús
vio en ellos lo que serían en El en el futuro, algo que ellos mismos no podían ni
siquiera imaginar; Dios ya había determinado lo que serían desde mucho antes de
nacer.
2. Negarse a sí mismo y tomar la cruz cada día
Ser discípulo implica una renuncia diaria a nuestros propios
deseos egoístas, ambiciones mundanas y comodidad personal para seguir la
voluntad de Cristo, incluso si eso implica sacrificio o sufrimiento.
Lucas 9:23 (RV 1960) lo ilustra de la siguiente manera:
"Y decía a
todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame."
Tomar la cruz no es buscar el sufrimiento por el mero hecho
de sufrir, sino estar dispuesto a enfrentar las dificultades y la oposición que
inevitablemente vienen por causa de nuestra fe y obediencia a Cristo.
3. Permanecer en Su Palabra
La base del discipulado es una relación constante y profunda
con la enseñanza de Jesús, esta es una de las etapas que nos causan más
dificultad. Un verdadero discípulo no solo lee la Biblia, sino que la estudia,
la medita y la aplica a su vida, todo esto bajo la dirección del Espíritu
Santo que nos permite entender lo que Dios, por medio de su palabra, quiere que
nosotros aprendamos.
El “permanecer en su palabra” es un verdadero reto, dado los
muchos ruidos y distracciones que el mundo trae cada día a nuestras vidas, en
el Evangelio de Juan 8:31-32 (RV 1960) hay una muestra de cómo el mismo Jesús
nos advierte sobre lo difícil que es permanecer en El; no es solo creer, es
lograr permanecer creyendo:
"Dijo entonces
Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres."
Esto indudablemente nos hace un llamado a reflexionar “¿Que
debemos hacer para permanecer?”; el Salmista no se equivocó cuando dijo: "Lámpara
es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino." Salmos 119:105 (RV
1996); Permanecer en Su Palabra significa hacerla nuestra guía diaria,
permitiendo que transforme nuestra mente y nuestro corazón.
4. Amarse los unos a los otros
El amor es la marca distintiva del discípulo de Cristo. No
solo amar a Dios, sino también amar a nuestros hermanos en la fe y a nuestro
prójimo, incluso a nuestros enemigos.
En el Evangelio de Juan 13:34-35 (RV 1960) encontramos un
verso que nos explica que el amor al prójimo es un requisito indispensable que
debe cumplir un verdadero discípulo:
"Un mandamiento
nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os
améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos por los otros."
Aunque este verso ha sido mal interpretado por muchos, al
creer que el mismo Jesús había abolido la ley de Dios dando un mandamiento
nuevo, ¿acaso esto que dijo no es la esencia misma del segundo mandamiento de
la ley de Dios que encontramos en el libro del Éxodo capítulo 20?, les invito a
meditar en esto; en el contexto que Jesús dijo estas palabras, esas personas conocían
leyes y tradiciones de hombres y de iglesias de esos tiempos, es por esto que
el mandamiento era nuevo para ellos, no se predicaba del amor de Dios ni del
amor al prójimo, se predicaba cumplimiento de ley humana mezclada con la ley de
Dios.
Este amor, contrario a lo que nosotros conocemos hoy, no es
solo un sentimiento, sino una acción sacrificial y desinteresada, que
refleja el amor de Cristo por nosotros.
5. Llevar mucho fruto
Un discípulo no es estéril. La vida de un verdadero seguidor
de Jesús produce frutos espirituales: el fruto del Espíritu (amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza) y el fruto de las
buenas obras que glorifican a Dios.
"En esto es
glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos." Juan 15:8 (RV 1960).
Este fruto, inevitablemente es una evidencia de nuestra
conexión con la Vid verdadera, que es Cristo; en este punto quiero recordar que
es importante que no te fijes en lo que los demás piensen de ti como discípulo
de Cristo, no debemos procurar la aprobación humana, cada quien en su intimidad
con Dios sabe si está siendo fiel discípulo de Cristo o si solo está siendo un títere
de alguna organización, cultura o grupo social; Dios al final de todo, juzgara
con poder y con justicia.
6. Hacer otros discípulos
El discipulado no es un fin en sí mismo, sino un medio para
glorificar a Dios y extender Su Reino. Un discípulo maduro tiene el llamado a
compartir el evangelio y a enseñar a otros a seguir a Jesús.
El Evangelio de Mateo 28:19-20 (RV 1960) lo expresa de la
siguiente manera:
"Por tanto, id,
y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén."
Este es el mandato final de Jesús a Sus discípulos, y se extiende a nosotros hoy; aunque esto no quiere decir que todos estaremos preparados para hablar en pulpitos delante de grandes multitudes, ni que estemos preparados para enseñar las doctrinas de la Biblia en estudios bíblicos particulares; no debemos estar certificados por ningún organismo terrenal para hablar del amor de Cristo por nosotros, de lo que Cristo hizo en nuestras propias vidas, la certificación nos la da el bautizo del Espíritu Santo en nuestras vidas (con esto no quiero decir que estas certificaciones no tengan valor, por el contrario, muchas de estas certificaciones nos ayudan a ver detalles y contextos de la historia que no podemos conocer solo con la lectura de la Biblia, son importantes, pero no indispensables); debemos hablar desde nuestras experiencias.
Para resumir, ser un verdadero discípulo es un camino de
entrega, obediencia, aprendizaje continuo, amor sacrificial y multiplicación.
Es un proceso de toda la vida, guiado y capacitado por el Espíritu Santo.
Oración del día: "Amado Señor Jesús, mi
corazón anhela ser un verdadero discípulo Tuyo. Te pido que me ayudes a amarte
por encima de todo, a negarme a mí mismo y a tomar mi cruz cada día. Que Tu
Palabra sea mi guía constante, que Tu amor fluya a través de mí hacia los
demás, y que mi vida dé muchos frutos para Tu gloria, pero que el principal
fruto sea que me capacites por medio de Tu Espíritu Santo para amarte, seguirte
y obedecerte fielmente. Amén."
Pensamiento Positivo:
Recuerda mi querido, el camino del discipulado es el camino
de la verdadera vida y la mayor aventura. No estás solo en este viaje; el
Maestro mismo te ha llamado y te capacitará en cada paso. Confía en Su guía y
entrega tu corazón por completo, porque Él es fiel para perfeccionar la obra
que ha comenzado en ti.
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