Cuando el ser humano cree tener poder,
se cree con el derecho también de pisotear, amedrentar, minimizar y hasta
maltratar a sus semejantes; no sabiendo que Dios en su omnisapiensa da
seguimiento a cada acción humana por más insignificante que parezca, hasta que,
por sus propios hechos, el hombre reciba la recompensa de sus propias acciones.
No es casualidad que, en los tiempos
antiguos, se tenía la creencia de que las personas pagaban sus pecados
padeciendo enfermedades o carencias de toda índole. Esto queda reflejado en uno
de los libros más antiguos de la existencia humana, la biblia. Y hablando de
libros antiguos, tenemos que el más antigua (registrado) es el "El sutra
del diamante" y en el mismo podemos encontrar palabras de sabiduría, donde
enseña al hombre el desapego a lo material e incluso a lo mental y a la no pertenencia
de las cosas. En este mundo ciertamente estamos de paso; es por eso que muchas
veces me detengo a reflexionar en el resultado que pudiera tener el apego
material a las cosas de este mundo, pienso en lo insensatos que llegamos a ser,
cuando pensamos que, alcanzando una posición importante en un trabajo, o cuando
logramos tener cosas materiales ostentosas y caras, esto nos da el permiso de
oprimir a nuestros prójimos.
Jesucristo mientras estuvo en el
desierto pudo experimentar en carne propia lo que era la escases en sentido
general de todas las cosas, pero sin lugar a duda lo único que no le falto
nunca fue el amor del padre Eterno Dios; tanto así, que fue su único
sustentador en las pruebas y carencias; y el único que cumplió su promesa al
otorgarle vida eterna y a través del cual obtenemos el perdón de nuestros
pecados.
Hagamos un ejercicio en el día de hoy, mirémonos
en un espejo y contemos las bendiciones que Dios nos ha dado; y estudiemos la
forma de comportarnos ante los demás y con nosotros mismos.
Recuerda: Dios es bueno todo el tiempo,
todo el tiempo Dios es bueno.
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