La transigencia comienza cuando ignoramos las instrucciones de Dios y seguimos las prácticas del mundo. Entonces comenzamos a amar a las personas, actividades o cosas materiales más de lo que amamos a Dios, y pronto nos encontramos yendo tras de lo que ha prohibido. Si no prestamos atención a su disciplina, corremos el peligro de perder lo que quería para nuestra vida. Pero si nos negamos a transigir, seguiremos dedicados a Él.
!Fija los ojos en Cristo!
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