El espíritu airado es
contagioso. Puede pasar de una persona a otra, e incluso de una generación a
otra. Los lugares de trabajo pueden convertirse en entornos de tensión, llenos
de palabras y actitudes cáusticas. La ira convierte a los hogares en campos de
batalla de explosiones verbales o de silenciosa hostilidad. Hasta las iglesias
sufren de chismes maliciosos y de enfrentamientos.
Por fortuna, Dios se ocupa
de cambiar los corazones. Así como podemos llegar a imitar a una persona
airada, también podemos imitar la santidad cuando nos acercamos al Señor.
Cristo nos llama a venir, aprender de Él, y encontrar descanso para nuestras
almas.
Mateo 11:29
29 Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas;
Dios desea transformarnos
hoy, permítele hacerlo.
Feliz viernes!
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