Todos experimentamos tormentas.
Ya sea que se trate de eventos meteorológicos, traumas emocionales o crisis en
nuestro entorno, todos nos enfrentamos a circunstancias sobre las cuales
tenemos poco control. Algunas tormentas terminan con rapidez, mientras que
otras parecen interminables. Algunas tempestades causan poco daño, pero otras
dejan una gran devastación a su paso.
- ¿De dónde vienen
estas tormentas? A veces, las atraemos por las decisiones que tomamos,
pero en otras ocasiones son causadas por las acciones de otra persona. Incluso
puede ser que el diablo haya provocado algún problema para distraernos o
hacernos daño. Y hay momentos en que el trabajo de Dios en nuestra vida
requiere una tormenta para cumplir un propósito especial.
- ¿Por qué permite el
Señor tormentas en nuestra vida? Las dificultades tienden a hacer que
nos enfoquemos en Dios. O bien comenzamos a cuestionarlo, o bien le pedimos
ayuda y fortaleza. Quizás quiera nuestra atención porque hay un pecado con el
que tenemos que lidiar. O tal vez quiere que abandonemos algo para rendirnos a
Él. Puede ser que desee conformarnos a su imagen (Ro 8.29), o equiparnos para
servirle.
- ¿Cómo reaccionamos en
medio de las tormentas? Cuando luchamos con Dios porque no nos gustan las
dificultades por las que estamos pasando, demostramos falta de confianza en Él.
En vez de tener la seguridad de que está trabajando para bendecirnos, podemos
creer erróneamente que está tratando de hacernos daño. En esos momentos,
conocer las Sagradas Escrituras es crucial para el creyente. La Palabra de Dios
es ancla inconmovible en las tormentas. Podemos confiar en ella porque, al
igual que Dios, ¡nunca cambia!
Hermosa meditación...
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