En la vida de toda persona, y a lo largo de ella, se pueden experimentar diversos sentimientos, uno de ellos es la tristeza; esta, muchas veces viene sin avisar, de manera inesperada, en lugares y de formas que no imaginamos y por situaciones, cosas o personas que simplemente no entendemos. Pero no importa en qué manera haya llegado, lo que no podemos permitirnos es que esa visita se quede en nuestras vidas por un tiempo prolongado.
Debemos
identificar ¿que nos hace sentir triste?, ese sería el primer paso, luego
debemos analizar ¿porque nos hace sentir triste?, cuando tengamos respuesta a
estas dos preguntas entonces podemos comenzar a trabajar en ello. La siguiente
etapa es centrarnos en analizar ¿en qué nos beneficia o en que nos perjudica
esa tristeza?, pongamos en una balanza todas nuestras respuestas; identifica ¿cuál
pesa más?; cuando tengas el resultado entonces es el momento de la acción. Ve
delante de Dios en oración, cuéntale sobre los resultados de lo que analizaste
y pídele que te ayude a redactar un plan para mitigar los daños que puede
causarte o las acciones que puedes empezar a hacer para pasar al siguiente
nivel de crecimiento espiritual; asegúrate de escuchar SU voz por medio
de la oración.
Cuando
tengas el plan redactado, toma ese plan y llévalo nuevamente ante Dios, entrégale
toda la información que recopilaste y pídele que te ayude en la siguiente
etapa; esta etapa es la más complicada (necesitamos la intervención de Jesucristo
y el Espíritu Santo), pues es donde debemos "soltar", si
soltar todo pensamiento, todo sentimiento, todo rencor, toda raíz de amargura,
toda preocupación, toda duda, en fin "todo lo que nos provoca estar triste";
esto puede estar representado por cosas, situaciones o personas, como te dije
al inicio, pero podemos arreglarlo, pues nuestro asesor (Dios) es el mejor de
todos.
La
prioridad es poder identificar aquello que nos entristece, reconocerlo,
analizarlo, aceptarlo y luego resolverlo; no es permitido para ningún hijo de
Dios, vivir en constante tristeza, además de que permanecer en este estado te
puede llevar a padecer de depresión que es aún mucho peor. Recuerda que Dios te
ama profundamente y que Él está contigo en medio de tu dolor. No estás solo. La
Biblia nos dice en Salmo 34:18 (RV1960): "Cercano está Jehová a
los quebrantados de corazón, y salva a los contritos de espíritu."
Compartir
tu tristeza con alguien más es un paso aliviador dentro del proceso, por eso te
invito a que, si hoy te sientes triste, invites a Jesucristo a conversar
contigo, Siéntate con El, en su presencia y cuéntale todo lo que hoy abate tu corazón,
perturba tu alma o inquieta tu ser. También puedes hacerlo con alguien que
conozcas, que sepa escuchar y que esté dispuesto a hacerlo; A veces,
simplemente el acto de expresar nuestros sentimientos a alguien que nos escucha
con compasión puede ser de gran ayuda. No es necesario que detalles todo,
pero mereces ser escuchado sin ser juzgado. Recuerda que en la Biblia
encontramos muchos ejemplos de personas que experimentaron tristeza y dolor,
pero que encontraron consuelo y esperanza en Dios (te invito a leer la historia
de Ana en 1Samuel y la historia de Ester).
La
invitación de hoy es a dedicar un momento a la oración, ahora mismo. Habla con
Dios abiertamente sobre tu tristeza. Él conoce tu corazón y quiere sanarte. No
tengas miedo de expresar tu dolor a nuestro Padre celestial. Recuerda que
"Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas." Salmo
147:3 (RV1960). Dios tiene el poder y el deseo de sanar tu corazón.
Oración
del día: Bendito Dios, Padre eterno, quiero invitarte
para hablarte de todo lo que me está haciendo experimentar tristeza,
desconsuelo, dolor o desesperanza en este día; reconozco que existen cosas,
situaciones o personas que me quitan la paz y esto interrumpe mi conexión
contigo; por esto hoy te lo entrego, total y permanentemente; sé que tienes el
poder de cambiar y transformar vidas, por eso hoy te entrego la mía para que
por tu amor, misericordia y poder la transformes; mora en mi corazón, te lo
entrego sin reservas; haz de mí una nueva persona que pueda amarte, y aceptar
tu presencia y voluntad en mi vida; quita todo lo que impida no sentirme
plena/o, ni feliz; te lo ruego por la sangre de tu hijo amado, derramada en la
cruz del calvario. Amen y Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario